miércoles, 15 de agosto de 2018

Coffee Break: una tarde en Le Pain Quotidien


Bienvenidos a todos a ésta nueva sección, donde una vez por mes, me acompañarán café por café para ver mi experiencia como bookstagrammer en la ciudad y también para incluirlos en uno de mis días normales tomando café y pasándola bien con mis amigos. 

Espero que les guste. 


El día empieza encontrándome con Mai, una amiga que conocí en la facultad al empezar el cuatrimestre pasado. Juntas vamos hacia un lugar que vi en Puerto Madero hace un tiempo y que quería visitar por su estilo rústico y peculiar, que daba para sacar fotos para mi página. Soy muy obsesiva en cuanto a mantener un tema en Instagram y como ahora estoy yendo por los tonos marrones y gastados, creo que era la oportunidad perfecta para ello. 


En cuanto entramos, se puede sentir el olor del café y de los miles de postres que están expuestos en la vidriera. De verdad que una vez que entras ahí, ya no te querés ir. 
Comenzamos por sentarnos y pedir lo que vamos a comer. Mai ya había almorzado, pero yo estaba con muchas ganas de saber si el café sería tan bueno como se olía en el aire. El trato de la chica que nos servía me pareció bien, pero creo que olvidé el pequeñísimo detalle de preguntar si podía sacar fotos en el lugar. Terminé por optar no decir nada, algo que no se va a repetir, solo que entonces me dio mucha vergüenza, y continuamos hablando sobre todo y nada hasta que llegó nuestro pedido. 

Pedimos una canasta de pan, que venía con muchas variedades del mismo, incluyendo un pan con pasas de uva que estaba exquisito. Con ello venían mermelada, miel orgánica y dulce de leche. Lo único que me faltó probar fue la miel, ya que no soy tan apegada a ella, pero tanto el dulce de leche como la mermelada, estaba deliciosos. 

Mai optó por un jugo de naranja, acompañado por las ya mencionadas rodajas de pan con dulces. No comimos mucho, pero hablamos de todo y (después de comprobar que no me estaba confundiendo el azúcar con la sal) el café estaba riquísimo. Culpa mía fue dejar que se enfríe mucho porque estuve sacándole fotos con mis libros por demasiado tiempo (descuiden, ya estoy acostumbrada a que eso pase). 

Después de sacar más fotos de libros de las que podría necesitar, pasé a sacarle algunas fotos a Mai. 


Nos habíamos sentado justo delante de un librero enorme que tenía en él tomos antiguos y libros empolvados que no hacían más que traer una sonrisa a mi rostro. En verdad que es lindo estar rodeada de libros y mucho más cuando se lo disfruta con amigos y una buena taza de café.


La atmósfera era realmente hermosa, con música de fondo y el sonido bajo de las voces de otras personas hablando y compartiendo un buen momento. 
Cuando llegó el momento de pagar la cuenta y despedirnos del lugar, estaba casi vacío, por lo cual me dispuse a sacar algunas fotos más. Creo que de todos modos eso no fue todo, ya que me gustaría volver otro día con un poco menos de vergüenza y sacar más fotos de las que saqué, ya que a veces me gana la inseguridad de lo que dirán los demás, pero tengo que aprender que a nadie le importa lo que estoy haciendo. Solo son fotos para bookstagram, ¿no? 


Una de las cosas que más me gusta de visitar lugares como estos son las experiencias que uno lleva consigo al lugar y que luego deja en forma de aprendizaje para la próxima vez. 
Pienso volver, quizás la próxima tenga el valor para sacar más fotos, no sentirme como que estoy haciendo el ridículo o simplemente quedarme allí y tomar un café tranquila, sin la presión de tener una red social a la que atender, incluso aunque sacar fotos sea lo que más me gusta hacer después de escribir y leer.

Finalmente, cuando llega el momento de irse, Mai y yo caminamos por Puerto Madero, sacando más fotos y charlando. Unas horas más tarde tomamos el subte de vuelta y empezamos nuestro camino a casa. 

Y así, otro día termina. 

Nos veremos en el siguiente...














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