lunes, 21 de enero de 2019

Mi rutina de escritura



Como deben saber ya por la cantidad de veces que hago referencia a ello: me encanta escribir y he admitido que mucho más que leer. Eso es mucho. 

La cuestión es que, como todo, no es fácil para mí sentarme todos los días y escribir. Aunque sean 500 o 600 palabras, siempre cuesta. Por eso hay que armarse con valor, tiempo y un sueño de mejorar en lo que hacemos y de ahí sale el hábito. 

De ahí sale poder llamarlo una actividad parte de la rutina diaria. 

Incluso ahora, diez años después de haber comenzado a escribir, el hábito no se instaló del todo. Desde aquello que catapultó el que yo quiera escribir y practicar más, las cosas iban a tomar otro ritmo. Y lo hicieron. 

Mi rutina es bastante simple. No quiero que les agarre dolor de cabeza, pero tengo unos consejos para que, si en algún momento se sienten inspirados pero no saben qué escribir en el papel (o en la computadora), puedan pensar que siempre se empieza desde algún lado donde ser experto parece estar muy lejos. 
¿Saben qué? Nadie es experto en escribir. 
Creo que escribir es un conjunto de experiencia y aprendizaje a través del tiempo, que, de a poco, se va convirtiendo en algo grande. 
Sí, uno puede tener lectores que le digan que es un experto, pero nadie realmente tiene la verdad sobre todo, ni siquiera sobre quién es un escritor más experto que el otro. 

De acuerdo, volviendo a la rutina. 
Es simple. 

Me levanto todas las mañanas y no soy muy fan de desayunar, así que quizás solo tomo unos mates con mi mamá (aunque no quiera que sea así, dependo del mate para que no me duela la cabeza durante el día) y después paso el día planeando lo que voy a escribir, ya sea en un cuaderno que tengo para esa tarea en específico o simplemente uso post-its (esos papelitos de colores adhesivos tan lindos que me encantan) y hago una tabla donde pongo uno al lado del otro, poniendo los hechos de cada capítulo o solo haciéndome la cabeza en cuanto a lo que voy a escribir después. 

A veces, el día no da para hacer todo eso, entonces no lo hago, pero, en mi mente, la historia sigue e intento acordarme todo lo que puedo para anotarlo más tarde en el celular, si no tengo el cuaderno conmigo en ese momento (igual intento llevarlo a todos lados). 

A la noche es cuando trabajo mejor. 

Parece un inconveniente, a sabiendas de que quizás al otro día tenga que ir a la facultad o tenga que hacer algún trámite. Ahora es fácil porque es verano, pero, si me agarra en alguna noche escolar, a veces me quedo y en otras no. Depende de que tan cansada esté. 

No crean que no me ha pasado de tener días cuando realmente quiero escribir pero no me salen las palabras correctas. Uf, eso es lo peor. 
Tener ganas, tener inspiración, pero ¿y las palabras? A veces son difíciles de encontrar.

Por suerte no me pasa con frecuencia, así que puedo trabajar en mis proyectos tranquila la mayoría de las veces.

Me pasa de pensar que lo que sea que estoy escribiendo va a ser algo grande en el futuro. Digamos, un libro publicado y querido, pero a veces, cuando no queda otra más que pensar en la historia y cómo voy a desarrollarla, no puedo pensar en mucho más que en el hecho de que es una práctica más del montón, sino me hago la cabeza con que todos lo van a odiar y voy a tener muchas reseñas negativas y me pongo de malas.

No es que las reseñas negativas sean del todo malas, porque algunas pueden ayudarnos a saber en qué nos equivocamos, pero, si pensamos en el fracaso incluso antes de que sea algo, entonces probablemente nos cansemos de la idea en sí y dejemos todo en el olvido, por ese "podría no tener éxito". 

(les cuento algo) 

Cuando tenía quince años, lo único que quería era ser más grande para que la gente tomara en serio mi escritura y mis libros, pero eso era antes de saber que me faltaba mucho por aprender.
Obviamente, no puedo evitar pensar, incluso ahora, que si no soy lo suficientemente grande en edad, entonces la gente solo va a pensar que soy medio chiquilina y no tengo la seriedad suficiente como para andar escribiendo fantasía o cualquier otro género.

(fin de la anécdota)

A lo que soy con eso es que, en muchas ocasiones, nuestra cabeza nos va a traicionar y se va a dejar llevar por el que dirán. Sé que se puede controlar, pero a veces no.
Yo, desafortunadamente, vivo pensando en las cosas que la gente va a decir de mí y mi trabajo.
Ya sean reseñas, estas entradas donde dejo salir todo lo que pienso o los videos que subo a Youtube ahora, donde incluso estar expuesta a que te critiquen por algo pequeño es posible.

Me descarrilé. Perdón.

Volvamos.

(Digamos que quería traducir todo esto al inglés, pero viendo lo largo que se hizo, no sé si tengo muchas ganas. Honestidad siempre.)


De ahí en adelante, si no tengo ningún impedimento para escribir, lo hago. La noche es larga y me he quedado hasta las 2am intentando cerrar una escena más de una vez.
A veces no me voy a dormir hasta que logro el objetivo de palabras para el día.
Normalmente, y si tengo ganas, me pongo a mi misma la meta de escribir 1.000 palabras, porque es lo mínimo que me acostumbré a escribir.

Créanme que, después de que pasas tanto tiempo escribiendo, hasta 2.000 palabras por día es poco.

Lo que recomiendo para empezar es estar entre 400 y 500 por día, como meta a sabiendas de que eso es lo justo que querés escribir. Pero, si estás inspirado, entonces ve por ello, nadie te detiene.

Justo el otro día escribí 4.000 palabras en solo cinco horas. Mi mejor marca hasta el momento.

Y bueno, con eso termina el día y también la escritura.
A veces no me molesto en levantarme temprano porque sé que trabajar en mi proyecto a la noche es lo ideal. Solo que mientras más pueda agregar en notas y pequeñas escenas al libro, entonces sé que en la noche voy a estar más segura de lo que estoy haciendo.


Espero que les haya gustado esta pequeña charla y nos leemos la próxima.

Recuerden que creo en ustedes y sus proyectos.

¿Tienen una rutina de escritura?

¡Cuéntenme en los comentarios!

Quizás la de ustedes sea más interesante que la mía. Ja.










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